lunes, 29 de julio de 2013

Alejandro Grimson: “El racismo es un problema serio en el país”



“¿De dónde salió la idea de la migración silenciosa, gigantesca, de que personas provenientes de países limítrofes están robando trabajo o traen inseguridad?”, se pregunta el antropólogo. Además, desarticula prejuicios instalados en la sociedad y propone algunas acciones para combatir la discriminación.

Por Alejandra Rodriguez y Jorgelina Nuñez
 
Hubo un tiempo en el que la sociedad argentina, mirándose en el espejo de otras, se jactaba de no ser racista. Se mostraba hipócritamente comprensiva frente a la lucha de los afroamericanos en Estados Unidos o las víctimas del apartheid sudafricano. Ponía la paja en el ojo ajeno y nunca en el propio, y pronunciaba sin ruborizarse la expresión “cabecita negra” que, a medio camino entre la condescendencia y el desprecio, englobaba personas con ascendencia indígena o provenientes de países limítrofes. Discriminaba un sector “morocho” del blanco europeo con el que se identificaba, sin asumir jamás las consecuencias de esa actitud.
En diálogo con Ñ , el antropólogo Alejandro Grimson, decano del Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional de San Martín, especialista en grupos migratorios, procesos socioculturales urbanos y cambios en las identificaciones nacionales, desarticula en torno a estas cuestiones un conjunto de prejuicios que revelan situaciones de desigualdad entre los ciudadanos.

¿Es legítimo afirmar que, alentada por la globalización, vivimos una era de migraciones? 

Ese es un pensamiento eurocéntrico. La historia de la humanidad se puede describir a partir de las migraciones. Lo que ocurre es que en la segunda mitad del siglo XX se incrementó la cantidad de personas que se trasladaron de las ex colonias hacia las metrópolis o los países centrales. Así fue como los europeos visibilizaron lo que antes no veían cuando eran sus compatriotas los que venían a América o al Sur, desde fines del siglo XIX. Según el censo de 1914, el 50% de la población de la ciudad de Buenos Aires era extranjera, y el 80% de los trabajadores, de otra nacionalidad. Por lo tanto, se trata de un problema de percepción o de punto de vista.

Lo nacional y lo extranjero suelen marcar desigualdades.

Los Estados definen quién es nacional y quién extranjero. Pero el surgimiento de los Estados nacionales es un fenómeno reciente, de sólo 100 o 150 años. Italia se creó como nación en 1871. Muchos napolitanos, sicilianos, piamonteses se enteraron en la Argentina de que eran italianos. Por otro lado, cada época encuentra la manera de legitimar desigualdades. Hace dos siglos era considerado legítimo y normal que un ser humano fuera propiedad privada de otro. Hoy en muchas regiones del planeta se considera que la declaración universal de los derechos humanos sólo es aplicable para aquellos que tienen documento y residencia legal. Es decir que las personas indocumentadas no tienen los mismos derechos a la salud, la educación o a los derechos civiles que otras. En esa declaración hay un solo hecho masivo, cotidiano y pacífico que no es considerado un derecho: el de ingresar a un país que no es el propio. Y este punto es considerado natural por la mayoría.

¿Qué diferencia establece entre migración y diáspora?

Migraciones son los desplazamientos territoriales de todo tipo y diáspora es un tipo especial de migración que implica que ese desplazamiento también incluye la existencia de redes sociales trasnacionales, de identidades que se mantienen a lo largo del tiempo, de ciertas prácticas comunes. Hay procesos migratorios que no son diaspóricos. Tiene que haber alguna razón o sentido práctico por el cual esa migración se constituye en diáspora.

¿Y entre migrantes y refugiados?

A menudo se cree que en el origen de la migración está la búsqueda de una mejora económica o laboral. Sin embargo, las migraciones políticas tienen una larga historia, en la nuestra ha habido figuras prominentes en esa condición. La migración paraguaya tradicionalmente fue mirada en la Argentina como de carácter laboral pero hay estudios que muestran que los grupos opositores a la dictadura de Stroessner funcionaban en la Argentina, y hubo grupos que por negarse a afiliarse el Partido Colorado, se quedaban sin trabajo. ¿Eso es una migración laboral o política? Es una zona ambigua que desestabiliza algunos prejuicios que tenemos los argentinos sobre ese proceso migratorio numeroso. Por su parte, el refugiado refiere a una situación jurídica institucional por la que aquellas personas que puedan demostrar que son perseguidas políticamente en sus países, tienen un derecho consagrado. Los criterios y las motivaciones de los Estados para definir esta condición varían enormemente. La categoría del refugiado muestra otros problemas. Por ejemplo, en Colombia, la guerra civil provocó el desplazamiento de millones de personas de las zonas rurales a las urbanas. Se considera refugiado al que va de un país a otro, pero ¿qué sucede cuando la situación de guerra expulsa a los habitantes de su territorio propio y los obliga a vivir en otro?

Respecto de las migraciones desde los países limítrofes, ¿se ha incrementado o es también un problema de percepción?

En todos los censos nacionales, la población proveniente de países limítrofes siempre estuvo entre 2% y 3%. Entonces, ¿de dónde hemos sacado la idea de la migración silenciosa, gigantesca, de que están robando trabajo o traen inseguridad? Hay varias cuestiones. La primera es que hubo un cambio demográfico efectivo: en otras épocas, los bolivianos estaban en el Norte, los paraguayos en el Noreste, los chilenos en la Patagonia, lo cual hacía que fueran menos visibles por parte de las clases medias, los políticos y los medios de comunicación, porque no llegaban a las ciudades. Para el sentido común argentino, esas zonas fronterizas no eran Argentina. Segundo: hay una distinción que casi todo el mundo hace: los hijos de italianos y españoles nacidos en el país son argentinos, jurídicamente y en el lenguaje social. Mientras que los hijos de bolivianos, aunque son argentinos, socialmente son considerados bolivianos. Por eso, la gente ve el doble de bolivianos que realmente hay. Tercero: el racismo argentino tiende a extranjerizar a las personas que no están en el mundo blanco de las clases medias. El relato según el cual los argentinos descendimos de los barcos convierte en extranjeros a la mitad del país que no tiene ese origen. En consecuencia, en lugar de reconocer esas raíces como tales, se tiende a “bolivianizarlos” o “paraguayizarlos”, como se puede comprobar en los cantitos xenófobos de nuestras canchas de fútbol.

A propósito de los orígenes, la discriminación también pasa por no reconocer nuestra parte indígena.

Según el último censo, el área metropolitana de Buenos Aires condensa un tercio de la población que se considera indígena. Este número va contra el sentido común que apunta a la exotización, a la idea de que los aborígenes residen en comunidades o se visten de determinada manera. Contrariamente a lo que se piensa, también ellos residen en el área metropolitana.
 
Los censos, ¿pueden tomarse literalmente?

En las ciencias sociales hay un consenso que dice que no deben ser tomados así. Podría suceder que migrantes sin papeles en regla trataran de ocultarse de un agente del Estado, el censista, aun cuando ese agente no cumple ninguna actividad de fiscalización o punición. En ese sentido, las cifras que registra el censo se consideran un piso y nunca un techo. Es decir, hay un subregistro eventual en todos los censos. Sin embargo, ellos dan una indicación que debe ser tomada en cuenta.

¿Cuál es la situación legal de los migrantes en la Argentina?

En 2004, por consenso general de todos los partidos se votó una nueva ley de migraciones que se aparta por completo del paradigma de leyes anteriores que planteaban la migración como un riesgo para la seguridad nacional. Respecto del tono fuertemente xenófobo que caracterizó a la Argentina de los años noventa, esta nueva ley representa un avance notable porque piensa a la migración como un derecho y a los migrantes como personas que tienen derechos y accesos fundamentales a la educación y la salud. Por supuesto que esto cambia el escenario y promueve algunos debates y mitos, como el de los tours de extranjeros que vienen a usufructuar la salud pública, un hecho que a menudo se exagera. Si se piensa en lo que ocurre en otros países, en particular los más desarrollados, el acceso a la salud está muy restringido y en algunos casos, negado.

En este sentido, ¿qué acciones deberían propiciarse dentro del ámbito de la educación y la salud para comprender las características de quienes manejan códigos diferentes?

El gran desafío de nuestro país es entender la heterogeneidad cultural de la población argentina y de la que vive en la Argentina. Y formar a los profesionales para trabajar con esa heterogeneidad. En la medida en que se quiera imponer una homogeneización en esos espacios o en otros, inevitablemente se choca con la incomprensión. La diferencia cultural no sólo plantea el problema de la exclusión jurídica. Mucho más difícil de modificar es la incomprensión intercultural que da lugar al prejuicio y el racismo. Es muy difícil entender que una persona le otorgue significados a su cuerpo, a sus dolores o a la manera de parir, por ejemplo, distintos de los que le otorga la sociedad con la que convive. Las tradiciones indígenas de personas aborígenes o provenientes de Bolivia, por ejemplo, suelen llevarse la placenta para ofrecérsela a la Pachamama; situaciones como esta generan conflictos.

¿En qué medida la idea de diferencia cultural no constituye un obstáculo que colabora con la estigmatización del migrante? 

A menudo, la idea de que se trata de diferentes culturas se utiliza como escudo contra la comprensión. Es como un límite que anula la posibilidad de diálogo. Y esto sucede a nivel macropolítico tanto como en pequeños procesos como el trabajo en los barrios. Yo me pregunto: ¿en qué pareja, en qué relación entre padres e hijos o entre amigos existe la comprensión plena? Las relaciones humanas están atravesadas por la incomprensión y los malentendidos. Si la diferencia cultural es pensada no como una esencia infranqueable, sino como una condición de la comunicación humana en sí misma, es posible el diálogo y la convivencia.

¿Qué habría que hacer para desarticular esa barrera?

Asumiendo que la formación profesional en esas áreas debe incluir el aprendizaje del trabajo con formas distintas de imaginar, pensar y conceptualizar. Cuando un profesional no cuenta con esa formación, tiene un gran déficit porque está trabajando con una heterogeneidad que no puede abordar de manera justa y productiva.

Los medios, en particular la televisión, suelen hacerse eco del racismo. Esto es comprobable, por ejemplo, en algunas transmisiones deportivas. ¿Qué debería hacerse al respecto?

Es necesario reformular un conjunto de acciones sociales, culturales y políticas para abordar la discriminación. Aunque ha habido importantes avances constitucionales y jurídicos en muchos países de América Latina, para potenciar esas intenciones hace falta multiplicar la imaginación creativa. No es poniendo frente a una hinchada de fútbol un cartel con la leyenda “No a la discriminación” como se va a avanzar. Cuando veo eso me digo: ¿no podríamos tratar de imaginar algo más? La ficción televisiva es un terreno muy fértil, sin embargo es el lugar donde se siguen reproduciendo los prejuicios. En contraposición, cuando aparece algo distinto como el programa en el que Darío Grandinetti personificaba a un taxista xenófobo y por el que obtuvo premios internacionales, la difusión fue escasa.

A pesar de los avances legales, algunos sectores de la sociedad argentina culpan a los inmigrantes de la inseguridad o de causar desocupación.

Efectivamente, los cambios jurídicos no se tradujeron en las percepciones sociales, que siguen siendo racistas. Y esto se debe a que esos prejuicios tienen una génesis muy anterior, comienzan con el europeísmo argentino de fines de siglo XIX y son tan fuertes que no van a desestabilizarse a menos que se intensifiquen las acciones destinadas a combatirlos con programas educativos y culturales muy firmes. Está demostrado que la desocupación y la inseguridad no son producto de la inmigración de los países limítrofes. Cuantitativamente, es bajísima la cantidad de condenas a personas de esa condición. Durante los 90, la policía los detenía por “portación de cara” pero eso no significaba que fueran delincuentes, era parte del racismo reinante en la época.

El racismo, ¿es un problema en la Argentina?

Si bien no llega a los extremos de violencia y persecución sistemática que sí caracterizan a otros países, es un problema muy serio, que ataca la posibilidad de tener una sociedad más democrática y justa. Para dar un ejemplo, en una encuesta realizada con fondos del Conicet, en el área metropolitana de Buenos Aires, se preguntó a una población de sectores bajos, medios y altos: “Si su hijo/a se estuviera por casar, ¿Ud. preferiría que se case o no con personas de tales y tales nacionalidades?” El 33% contestó que no querrían que su hijo/a se casara con alguien boliviano, paraguayo o peruano. Si el 33% lo dijo abiertamente es porque más o menos el doble efectivamente lo piensa.

Tomado de aquí.


 

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