(Tejada Gomez, Armando; 1994: 29-30)
¿Qué hago con esta sangre de dos sangres?
¿Qué hago con el silicio que me habita?
¿Qué hago con estos pómulos de huarpe
y esta barba telar encanecida?
¿Y qué con mi memoria irreverente
que no quiere olvidar y que no olvida?
¿Y este idioma curtido a la intemperie
sobre el idioma muerto de mi raza?,
¿Con esta antigüedad de antigua piedra
y la genealogía de mis padres?
¿Qué hago con este polvo enamorado
de mi palabra nueva en tu palabra?
Madre de pueblos, loca y fundadora,
¿Por qué me habéis abandonado?
¿Dónde cayó el abuelo violador
que asesinó a mi abuelo milenario?
Y tengo que asumirte. Si te niego
seré el americano más cobarde.
Para saldar las cuentas del martirio
hay que aclarar las aguas.
Admitirte en la cruz del genocidio
y en la espada de sangre que es mi sangre.
Por las claras del día, madre ausente,
quiero verte la cara,
por trescientos millones de tu cría
y por quinientos años de olvidarnos.
De otro modo no vengas, si no vienes
a asumirte en la sangre de tu sangre.
Mis hembras han tejido en su paciencia,
telar continental, todas las sangres.
Gracias!
ResponderEliminarque fuertes y profundas vivencias, ideas, poema
un abrazo
¿Por qué el autor habrá elegido como título “telar de la sangre”?
ResponderEliminarEl poema se refiere a lo que contiene la sangre de un mestizo: la sangre del conquistador y del conquistado, de la víctima y el victimario (¿"Dónde cayó mi abuelo violador que asesinó a mi abuelo milenario?"). En un telar se entrecruzan hilos para elaborar un tejido. El autor toma este elemento como una metáfora de cómo en América se han entrecruzado las sangres y han tejido lo que somos, llevando toda nuestra historia en las venas ("Mis hembran han tejido en su paciencia telar continental todas las sangres").
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