Esta sombra avanzaba por la vereda y se me acercaba. Tenía la rara sensación de que me miraba. Y mientras más se acercaba y más me miraba, más raro me sentía. En un determinado momento me alcanzó. No era muy difícil porque yo estaba sentado en la mesa de un bar. Cuando me alcanzó, se paró frente a mí. La mano con la cual sostenía mi cigarrillo empezó a temblar. Una luz de calle me alumbraba. Al tiritar, mi mano perdió el cigarrillo que cayó al suelo. Me agaché a levantarlo. Y noté que el piso estaba perfectamente limpio, iluminado, impoluto. No había allí ningún rastro de mi persona a excepción de esa sombra que seguía mirándome.