En medio mar y madraza
vale la pena el esfuerzo.
Tu negro pelo,
aterida,
tus labios finos al viento.
Tú; que ni en sombras silbas.
Yo; que ya fui plebeyo.
Odio mirar sangrando,
eso tan hondo que espero.
Odio corazón cobarde,
que no le gritas al cielo:
“¡soy canción!, ¡denme vuelo!”
“¡Me he criado entre los yuyos y los velos!”
Supina madrugada te espera,
niña de la que te cuentos,
tus pies, tus manos, tus pechos,
tus vientos de mil sahumerios…
los hombres que te contemplan,
son dos y esperan tus sueños.
No hay comentarios:
Publicar un comentario