miércoles, 13 de enero de 2010

¿Qué suceso glaciar podrá negar el fuego que me produces?

Que vergüenza

que pudor

que sensación de abandono…

me da el verte.


Es que tú quieres,

pero te niegas a querer.

Y eso se hace en silencio.

Y tú me alcanzas con tu voz.

Y me enamoras,

de nuevo,

en mi entrada.


Cuando ya todo se escribió en un verso,

un bumerang o hurakán se hace de la partida.

Y es tu recuerdo desnudo;

el que primero aparece,

y el que enseguida se tapa.


Hombre de medio sin fin;

esa brutal arrogancia que también a mí me invade…

cuando me sublevo contra mí soy el peor prójimo.

¡Hazte a un lado! ¡Holgazán! ¡Que vengo yo!


Y te extraño tanto que me detesto…

¿Quién me manda a ser dependiente de tus ojos?

¿Quién me obliga a venerarte día y noche?

¿Qué suceso glaciar podrá negar el fuego que me produces?


Acaso tu misma sonrisa sea pecado,

y a la vez salvación de los santos.

Acaso tu misma voz nos muestre de lado,

y a la vez complete esta mueca desalmada.

Acaso sea hombre la espera de tus labios ambulantes,

y a la vez me haga libre de mi propia condena al verte.










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