viernes, 28 de marzo de 2008

Agobiado por los pensamientos inesperados, destellantes, oscuros y maliciosos, que llovían a su mente como clavos puntiagudos y filosos, quiso escapar hacia un lugar mejor, pero con la maldita certeza de que ese lugar no existía, la libertad que buscaba era una ilusión; seguía enroscándose en su cabeza una culebra espantosa que nunca terminaba de ahogarlo, que parecía no tener la intención de acabar con su vida o sus pensamientos, si quiera lo dejara loco, autista, fuera de si, ignorante de todo aquello que lo perseguía desde adentro y lo maltrataba dañando hasta su recuerdo mas puro, hasta su inocencia olvidada, todo era un aterrador cielo que no sobrepasaba sus párpados, de nada servía abrirlos brutalmente, o cerrar con fuerza los ojos, todas las imágenes se quedaban, las voces susurraban incesantes, su mente trastornada y su cuerpo débil buscaban, tal vez en una sustancia fundir su desventura, pero ya no había incienso o droga que pudiera sacarlo de aquel estado agónico y lascivo. El día se hacia eterno y pesado, las agujas del reloj parecían ser movidas por una fuerza extrañamente maligna todo las volvía lentas y su movimiento era lánguido y torpe, sufría, sufría como nunca antes, de a ratos sentía compasión de si mismo y buscaba el consuelo en las melodías o en un paisaje, esas alegorías lo tranquilizaban brevemente y luego, como en los sueños, todo cambiaba de colores hasta los perfumes parecían contaminarlo todo; el momento estaba cerca, el tormento llegaría tal vez a su final y el dolor que le provocaba la incertidumbre tendría sentido, estaba listo para asumir el riesgo, así tal vez se callarían las voces y las interminables escenas de esa obra desgraciada y dañina serían una, la real, la que tendría las características necesarias para sentirse vivida, vivida en carne y hueso; no recreada por una mente frente a una tarima de supuestos, de improvisados discursos, de improvisadas reacciones, serán claros los acontecimientos, pero no por eso menos perniciosos, realmente aún no lo sabía y eso era también motivo para su desdicha, tal vez una luz tenue pero persistente le alcanzaría para estar en pie con las manos frías pero sujetas a esa fuerza impasible y diversa que lo sujetaba a una endeble esperanza de volver a estar ahí, dentro suyo, volver a sentir que veía a través de sus propios ojos, y respiraba por entre sus dientes el aire frío pero limpio y elemental de la madrugada que poco a poco estaba haciéndose sentir.



Noelia Molina (molanoe@yahoo.com.ar)






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