Yo, que camine los campos azulgranas;
Y tú, que te moviste incierta entre mis piernas;
Yo, que supuse tenerte entre la niebla;
Y tú, que obtuviste ruido de conciencias;
Yo, que prefería abrazarte antes suelta;
Y tú, que te volviste de acero y tinieblas.
Yo, que pretendí un amor de los eternos;
Y tú, que desplazaste el horno de los muertos.
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